¿Reconoces esta torre? Tal vez no la identifiques a primera vista. Se trata del palomar en donde se refugió Tita, la protagonista de Como agua para chocolate, el día en que descubrió que su sobrinito había muerto. Está situado en el antiguo ejido de San Isidro, Coahuila. (Fotografía de María Dolores Bolívar)

Wednesday, June 08, 2005

Muertas, maquilando progreso

por María Dolores Bolívar



Este es apenas un retazo de realidad. Algunos nombres y poblados están cambiados porque lo mismo da, aunque existan en esta y otras geografías vetagrandes, norias, el triunfo, la realidad. 

Aquí y allá, mercedes, amparo, remedios, encarnación, angustias, dolores y a veces también Flor o Sol que hasta dan ganas de ponerles mayúscula.


¡Tus días están contados!
Narra la historia, deformada siempre por su relator/historiador, que Ana Bolena fue reina mil días. Sin trono ni cabeza, se malpasa en la eternidad atrapada en el nodo de mujer controversial y transgresora… De reina, aterrizó a su muerte en un sarcófago del tamaño de una caja de zapatos.

Antes que Ana de Inglaterra, o madre de Isabel I -reina ella 45 años- se la recuerda por Ana de los mil días, que eso duró su fantasía de esposa de rey. El mismo hombre, que provocara un cisma religioso para legitimar su sitio, la destronó “oficialmente” por celos. En su legajo obraron cuatro amantes, incluido su hermano. Enrique, nos propinó ese mito de las siete esposas, cual ciclo de agravios y repudios. Desde entonces, hombre que no cambia a su mujer por otra, igualitito que en La parábola del trueque de Juan José Arreola, es un pobre diablo.

Pero algo más nos propinó rey de siete esposas, vía su ruptura con las genealogías de otra infortunada, doña Catalina, el fundamentalismo del libre comercio –bautizado manufacturing- con su noria de muertas por anonimato letal entre las que nos contamos, a un lado y otro de la frontera; a un lado y otro de la muerte, todas.

La industria maquiladora se convirtió en sueño anhelado de progreso. (¡Ay mi buen Henry!) Manufacturing -manos laboriosas-.

La maquila vacía al quehacer de su aspecto creativo. Las maquiladoras cosen, remachan, ensamblan, unen, pegan, cortan, acaban, pulen, lijan. Su modelo para México da empleo a las mujeres -sin hombres, padres, esposos, hijos, hermanos-, que partieron a Estados Unidos.

La mayor concentración de personas se da en el autobús
Las maquiladoras, con su promesa de bonanza y autonomía, recorren su radio de acción un poco más y más lejos en la geografía. Las mujeres maquilan pantuflas, ropa interior, partes de lavadora, fibra, electrodomésticos, comida, maquinaria pesada, autos, muebles, equipo electrónico, cuero, textiles. La parte del león la llevan los textiles. La ropa se produce en México a casi el cien por ciento y luego, al norte de la frontera, se pega la etiqueta. De sol a sol, mientras el campo muere, florece el libre negocio de la maquila con sus ejércitos a sueldo bajo de manos esclavas.

Conocí un poblado donde los únicos hombres a la vista eran el cura y el presidente municipal. El comisario ejidal se fue a Estados Unidos. Se habían ido también los ganaderos –se acabó la leche-, los comerciantes, los empleados federales –de correos, del tren, de los telégrafos-. Se fueron los maestros. La economía de la maquila golpea al trabajador por partida doble. Abarata el trabajo de los migrantes, en Estados Unidos, impidiéndoles volver, y fija los salarios bajos, bajísimos, en México.

En Villanueva el sueño de la maquila llegó con la promesa de un centro comercial y un estacionamiento. Estos dos fracasaron, por falta de clientela, la maquiladora sigue en pie.

La de Genaro Codina, se instaló a las prisas en el auditorio municipal, mediante un crédito emergente. Cuándo ésta fracasó, las de Genaro –así se las refiere, en jerga local - se fueron pa’ Cuauhtémoc, donde otra empresa hizo su agosto con ellas.

Y Genaro, un poblado de 8260 habitantes, dispersos en 65 comunidades de 811.1 kilómetros cuadrados, ve partir de mañana a sus trabajadoras. Las carreteras las ven pasar, al amanecer y al caer la tarde. Ninguna comunidad de Genaro sobrepasa las 120 personas. En el trayecto en autobús, se cuentan unas a otras. El temor latente es que algunas dejen de volver. Se van y no regresan –emigran o las asaltan o violan en los caminos desolados-. Un enigmático sentido de la honra impide su regreso.

En el municipio de Villa González Ortega el progreso se canceló el día en que se supo que sin agua no habría maquila. Las maquiladoras quieren ser prósperas y por eso son móviles, aparecen de día y desaparecen de noche. Así le ganó Aguascalientes, un estado de 5471 kilómetros y millón de habitantes, a Zacatecas, de más de 73 mil con su millón dos cientos, el lugar de los desarrollados. Los contrastes poblacionales sacuden, 182 a 13 por kilómetro cuadrado. Hay zonas, en Zacatecas, donde la mayor concentración de personas ocurre en los autobuses. La gente se sube al autobús y charla. Los choferes reparten a las personas, solícitos, en cada ranchería. Los saludan o despiden por su nombre. Cuando alguien de fuera aborda, todos lo identifican. De Fresnillo a Jerez me contaron que era la primera fuereña en meses. Antes anduvo un tal Luis por la zona. No dilató tres meses en acabársele el negocio de colchones.

Nadie sabe para quien maquila
La maquila es industria de mujeres, aunque se empleen algunos hombres. Trabajan para jefe extranjero, que viene de vez en cuando. Apenas si se rumora lo que hacen, literalmente, no se sabe para quien, para quienes se trabaja. En Las mercedes, me dijeron que se fabrica la ropa de una tienda de marca muy sonada. La tal firma, que condona las prácticas separatistas de California, está instalada en ese y otros puntos remotos de la florida sierra madre. Por fuera se cultiva algodón, se hace telar, se arma pedazos… Un poblado cose mangas, otro pone botones. Por el rumbo de Vetagrande se rellenan pantuflas.

La estocada la entierra la elite corrupta que nos saqueó el progreso. Martita resuelve sus problemas de moda y apariencia en Estados Unidos o en Europa, a valor agregado de primer mundo. Lo que se merma a manos y municipios de México, ella lo pone con nuestros impuestos sobre el producto acabado con etiqueta Hermès, Chanel, Prada, Versace, llevado para Martha, desde las maquiladoras serranas o semi-desérticas, pasando por New York, Paris, Miami, hasta las butiques de Polanco.

“Me lo traje del otro lado” juran las señoritas rubias de la ciudad de México que compran en Rodeo o Rancho Fairbanks”. Minimizan su roce de producción nacional dándoselas de socialité internacional. “Me fui de compras”, fanfarronean los políticos de pueblo, de gran urbe, los nuevos, los de siempre. Todos, parejos, pasan de largo esta realidad de manos laboriosas al uso.

Las Marthas zamoranas compran en Gap, Banana Republic, Anne Taylor, Talbot. “Fuchi a las sandalias de León…” Ellas calzan Nine West, Bandolino, Guess, ensamblados en México a encargo de franquicia. A las de la maquila ni se les nota ni se les da las gracias; es invisible su trabajo, como invisibles son sus vidas de expósitas -de padre ausente y madre maquiladora-.

Los grandes diseñadores cobran y las mujeres mexicanas maquilan. Los altocostureros –haut couturier- son famosos y las mujeres mexicanas maquilan. Maquilan y maquilan, hasta su muerte. Que sólo la muerte las separa de la máquina a la que viven aferradas sueldo fijo y mínimo, muertas vivas, invisibles, resueltas en su muerte invisible desde que las abandonó el marido, el padre, el hermano, el novio, el hijo.

Casos resueltos
Tiene razón Vicente. Nuestros casos y vida de muertas están resueltos. Somos las de la noria infinita trazada a cartas vistas. Resuelto el abuso porque la ley ni siquiera lo contempla, o lo contempla a pena leve, que es peor que el mismo abuso. Resuelta la violencia doméstica. Resuelto el éxodo, el campo muerto y muertas nosotras de tanto estar resueltas a morir de miedo, de asalto, de secuestro, de bala perdida, de violación con estrangulamiento. Resueltas las vidas de maquiladoras, sin apellido, ni nombre, ni marca, ni antigüedad. Señorita expósita cose pantuflas para no sé que fábrica. Por la tarde acabala la renta vendiendo en el multinivel -primo hermanito de maquila, empresario también, y de altos vuelos- para quien vende lo mismo que maquila, otra vez, sin sospechar, ni para quién trabaja… les vende a sus hermanas, vecinas, primas, amigas, comadres, tías, clientas de La Noria, La Blanca, El Aguadal, El Potrero de Abajo… sus compañeras de maquila.


Primer colofón
Para Jorge Ibarguengoitia, maestro del humor, la frontera entre realidad y ficción no existía. Murió convencido de que la mejor novela, el libreto más original, la más espléndida pieza dramática se hacían a diario por personajes vivos, comunes y corrientes -nuestros vecinos, nuestros colegas, nosotros mismos, de protagonistas o extras, de maestros del espectáculo real o el real espectáculo-.

Se adelantó este genio a la industria global que hoy nos pone en pantalla. Sin ganancia de por medio, hace ya tiempo nos invitó a mirarnos.

Segundo colofón
¡Adivinaste! Este texto debió titularse Las muertas, a secas, como aquella novela excepcional, que recogió el caso de las poquianchis, tres hermanas cuya red de prostitución, tan eficiente, logró su ocultamiento, casi total. Las jóvenes que ellas explotaban desaparecían, como tragadas por una dimensión desconocida. Sus cadáveres, se esfumaban también. Por años consiguieron burlar a la justicia, a la prensa, al recuerdo. El caso estremeció, en 1964, sobre todo, a quienes lo tuvieron cerca, sin mirar. A quienes se manejaron a su alrededor, avasallados por su contundencia, como si no pasara nada.

Tercer colofón
Así transcurre el tiempo, en mesa larga. Amparito, mi anfitriona cuando me da por visitar la ciudad de México, donde crecí, colocó al Santo Niño de Atocha en su cabecera, donde hace años mandó el que fuera señor de carne y hueso de su casa. Y Santo Niño, lirondo, preside sus comidas, se come el mejor trozo de pan, se apoltrona de rey de fe entre las solitarias mujeres que pueblan cada casa. Manos sin alma como ánimas en pena, cuerpos sin nombre…muertas, maquilando ilusiones, maquilando progreso.

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