¿Reconoces esta torre? Tal vez no la identifiques a primera vista. Se trata del palomar en donde se refugió Tita, la protagonista de Como agua para chocolate, el día en que descubrió que su sobrinito había muerto. Está situado en el antiguo ejido de San Isidro, Coahuila. (Fotografía de María Dolores Bolívar)

Saturday, June 18, 2005

Imaginomios

por María Dolores Bolívar


Para desamodorrar audiencias, romper con la linealidad e incitar al proceso creativo



Es urgente destruir ciertas palabras
Odio, soledad y crueldad.
Algunos lamentos.
Muchas espadas

Eugenio de Andrade



Definición: Imaginomios es imagen-testimonio. Siempre se vale contar a tu manera, porque eso es contar. Los relatores nos heredaron poder y don. Gabriel García Márquez lo coligió al cabo de varias novelas y apuntes para una autobiografía. La vida no es como la vivimos sino como elegimos contarla. Las páginas no se emborronan nomás para decir sino para aprender a ver, en sintonía con el que ve, con el que vive y vibra lo que ve y luego hasta se atreve a compartirlo.



Vayamos al contar

Hermosillo tiene algo más que todas las ciudades del planeta. Ya dije que otros inventaron ciudades ficticias, como Macondo, porque jamás anduvieron la Rosales de acá, a pleno sol de junio. Y no me digan que no fue aquí que se inventó lo de irse por la sombra, hacer sombra, a la sombra…

En Hermosillo me siento en casa. Nada tendría de extraño, es mi casa. Pero se sienten en casa, igual, los visitantes, como si el círculo se ensanchara al recibirlos, a manera de abrazo.

Yo, por lo pronto, me regodeo en este calor de hogar; bajo este sol recalcitrante que calienta sin quemar (eso se lo robé a Alonso Vidal, o tal vez fue a Ismael Mercado, que no varía, ni un ápice, su capacidad de solemnear, lento y tendido, sobre el espacio que lo escucha sin parpadear).

Pero tomemos a este toro por el principio

Salgo del limbo del viaje entre aeropuertos –de Tijuana a Hermosillo- sin escala ni contratiempo- para encontrarme a Sylvia, como si fuese ayer que dejamos de vernos en persona… porque Sylvia Aguilar Séleny es caso aparte en esta especie humana que se comunica lo mismo vía Internet que al aire, en vivo, en persona, en el marasmo de las instituciones. Ella nos cuenta que Piporro es Dios, pero ay… interconstancias de esa Sylvia remix que es puro diosa vengadora y sublime. Si no pasó de diez minutos pa´ que trajera a mi apretada agenda a todas las amigas, a todas, absolutamente a todas. Gaby González, Maria Antonieta Mendívil, Rita Plancarte y, la Dolores (que ni falta hace mentarla del Río), mi tocaya estelar, de quien empiezo ya a contar los éxitos, proemiando que es ella la Dolores mientras yo soy una de entre el resto de por lo menos diez millones de tocayas… Ésela la Sylvia… a cualquiera del éxodo va y lo rescata con una sola de sus dos manos.

A punto de ingresar en el círculo estrujador del terruño, descubro que acabo de viajar por los aires desérticos de mi presente, sin enterarme, junto a la Flora Calderón y el Pancho Morales –crema de doble nata-. ¡Qué tiempos estos del olvido instantáneo! O habrán sido los años y las canas… el sombrero, las pulseras que Flora se quitó en su nuevo yo… Pancho que ya no es el galanazo que era, aunque nos lance esos mismos fulminazos (juro que existe la palabra) que ahora le regala al mar de Rosarito, o a la única anglo-hablante comedora implacable de chipotles, de a cucharada, con el registro insólito de sus dos claves… y el sombrero que es.

En todo caso, el epicentro de Hermosillo acaba de ponernos a Ensenada, Tijuana, Rosarito y hasta la mera punta de Tecate… en frente…con otras muchas canas más y la añoranza de algún tequila reposado, candente, para encontrarnos… va de nuez, en mi ciudad de cruz de neón, aunque los años y los tragos se conviertan en coche calabaza y el reposado en ese bacanora de fuego que me eché, como si nada, poco antes de acabar en la silla de Flora y con Rafa Saavedra en las piernas ¡vaya chahuistle!

Sólo al Savín –suerte de Midas solitario que toca trozos de oro y los convierte en palabras- pudo ocurrírsele guardar la fe de que vendría, en viaje casi cósmico, interrumpido por un largo paréntesis en Zacatecas… Dije El Savín o dije Jeff Durango o Raúl Acevedo. No son tres, son uno, único, también en su tipo y oficio prestidigitador de encuentros.

Y algo pasó, pues esa fe constante dio para más. David Muñoz y yo y Manuel, que no se sale de orbis, ahora metido hasta la cabeza en el oasis poético. Más los de lejos y de cerca, de por allá y de por acá –faltó Saúl Cuevas- atiborrando las tarifas económicas de Aero California y cuanto vuelo, digo, porque llegamos de por todos lados, literalmente, desde Fadanelli land y un séquito traído de la capital, hasta la mera Moravia, Sri Lanka y creo que Sarajevo, de pasada.

Y sonorenses, afables, cariñosos, expresivos y tiernos convocaron –invocaron- a escritores, periodistas, aficionados, hacedores de canto, bailarines, troveros, compas de magia, antropólogos, gigantes, trompetistas, el de las congas y las sopranos, en opereta poética, con sus respectivas parejas de voz, de cante hondo, a la de acá.

¡Caray! Esta Sonora suena a sonora realidad, la suficiente para cargarse de energía y seguirle, por allá, en el exilio que duele menos cuando se sabe que hay un punto tan digno de llamarse casa.

Y vayamos a más hechos

Horas de junio, que comenzó a manera de patín soñador, de vamos a brindar por la poesía. Se defiende, gracias a la persistencia de Daniel, de Ismael, de quienes nos visitan desde el cosmos, Villa, Volker, Abigael… tan sólo porque la poesía no se puede dejar avasallar por nada… ni siquiera por el trajín que a diario nos impide dedicarnos a lo que más nos gusta… que no siempre se puede.

Horas de junio ya lleva trayecto, historia, peso, resonancia…


Eso sí, el premio mayor, la mención principal, la llevan los asiduos a ser, en comparsita, sin que nada ni nadie nos lo impida. Alejandro Aguilar Zéleny, Paco Luna –que no es ni lunático ni de la luna, aunque se esfuerce y se enfurezca ahora con el bastón de mando, arremetiendo a voluntad- Paco de siempre y de otras vidas, cuyo encuentro fortuito en ésta, tuvo que ser en El Seven, en el 87, la primera vez que vine al Kino, yo de visita, y todos discutiendo la transculturación y las fobias teoricopráxidas (cualquier palabra inventada cabe en esa boca legendariamente teórica) de la insólita Paca Perús y su exmarido desalmado.

Con Paco –ya entrados en el tiempo y sin la Paca- persiste la infinita sensación de haber estado siempre, tal vez porque estudió en la misma calle donde yo, años antes, nací, para aprender a ver, a oler, a transgredir.

Ya me olvidé la de coloquios y encuentros que siguieron, entre Tempe y Hermosillo, de Ensenada a Hermosillo, con el Kino a manera de testigo de honor –aunque le hayamos chaqueteado con el Gándara y el hotel cinco estrellas de malpaso –porque de que se dan…- ese de junto al Centro de Artes, que ay señor… ya me olvidé, decía… de cuantos van, para apuntarlos todititos en un compendio de encuentros divertidos, sentidos, querendones. ¡Si hasta hubo un año de suspiros por Seymour Menton con todo y la antología del cuento mexicano! Y los de Juárez y las de El Colegio y un montón de recuerdos y de nombres que luego ya no son recuerdo de tan viejos.

Y claro, hay que pensar que vendrán otras diez tandas de horas, para cerrar el círculo cabalístico con la nada cabal certeza de que así nos seguiremos a otras vidas y a otros cosmos, con la fiesta y las letras y las apariciones y los trajines de organizar encuentros y coloquios, tan solo por el gusto.

Imaginomios, manicomios, binomios, trinomios, testimonios, plurinomios… estas memorias deshilvanadas y celosas, quieren rendir homenaje al momento -desde el primero- a lo vivido en pasión por las letras y el gusto de escribirlas y retorcerlas y verlas en impreso, aunque nos cueste sangre… y que Murrieta (Manuel eres y Manuel por nombre llevarás) siga patrocinando en línea y en papel nuestros desmanes, los de él incluidos, y alguno que otro descolón –que colados los hay y sobre todo olvidadizos-, que siga el chorro de desmanes imaginativos, creativos, transgresores, de dentro y de afuera del círculo.

¿Qué nos llevamos en el morralillo, esta vez…? ¡Abreviemos!

Nuevos amigos y paisanos (que los paisanos siempre ocupan un sitio más altito en el corazón). Viejos amigos y viejos paisanos –que a muchos ya los mencioné y demás-. Así quedan los nuevos para el broche de oro que ya reclama su lugar en este espacio –y sin ofender a los que se me escapen… Rafa Saavedra, el primerito –sí, sí, aquel chahuistle de las piernas justo en la silla de Flora- y Omar Pimienta –segundito but not least- (con quienes también compartí avión sin conocerlos pero que nos hicieron el desaire a varios, cuando se fueron a beber y a dormir por ahí de las doce del viernes), José Luis Martínez (a quien le debo la recuperación feliz de mis lentes perdidos y de una que otra memoria de Perú y de la mesa, su mesa, que queda por contar en una entrega aparte)…

Rubén Rivera -nunca falta un paceño- que fabricó el poema que pedí, rebasando, con mucho, las virtudes del anagrama y que se trajo en la sonrisa todo La Paz junto con algunas memorias colectivas de las lunáticas de por allá.

Silvia Brandon, la bailadora de jarabe tapatío cubano a ritmo de mambo… cuya amistad me fue entregada antes de La Rosales donde buscamos juntas La Abuelita, para desayunar.

Daniel Camacho, que me llevó de la mano de la prensa que añoro conocer mejor y a la que busco siempre para compartir mi voz, entre los míos. A punto de fumarme mi antepenúltimo cigarro.

Y para otras entregas que vendrán se me queda la taquiza con Manuel y David –de a tres de asada por cabeza, ¿o fueron cuatro?- repasando amores y odios, confiancillas, pasiones y recuerdos de la vida de Tempe, desde el hoy, por encima, por abajo o por cualquiera de los cuatro lados pero fuera de los círculos del poder.

Y se queda la comida en casa de Graciela y Graciela y Julieta y el compa de Coahuila –con quienes compartí el taxi después del bacanora y antes de que acabara de salir el méndigo camión- y el Santo, que libra el estelar –aunque de enmascarado anónimo- en la posteridad de mis imaginomios de después.

Hay que dejar pa’ luego los detalles sabrosos, como el abucheo al chilango, Carlos Impopular Martínez Rentería, cuyo nombre aparecerá, lo juro, al pie de su fotografía ¡conmigo! –mi regalo para la posteridad-. El peinado especial, estilo punk que fue tema nocturno; la mención a la doña presidenta del club de fans de la revista Regeneración, en San Luis Río Colorado –perdón hasta San Luis Río Colorado- cuyo nombre pasa al registro, ya de por vida, como Librada Caballero, alias Fidelia, Fidelísima (¡ay de Martínez Rentaría si alguna vez llega a llamarme Angustias…! Que saque el acordeón y no ponga los tragos de pretexto).

Y para luego dejo el estelar de Paco, Luna otra vez, blandiendo su bastón contra quien fuera… y antes de abandonar el escenario con dos sabios y renombrados autores pendientes aguardando turno que, neta, no escuché.

Esperemos que lo que se genere y regenere sean estos encuentros –que previos los habrá vía el papel y las pantallas luminosas- Por ahora les digo hasta Las Undécimas Horas de Junio en las que, porfas, el homenaje sea especial, multiplicado, para todos los que han hecho de Hermosillo, imán de junio.

Horas de junio como las horas que se cuentan de a dos o de a diez. Horas de junio para que todos sepan que fue aquí que se idearon, sonoras, señoras horas, horas de todos los de casa, porque sin ellos no habría nada más que un desbalague poético sin su epicentro cálido, caluroso…

Y como por tema y cantaleta diaria yo cargo a la frontera, de mi lado residencial… aquí declaro el límite de todo lo soñado y esperado. Que solo aquí, en Hermosillo, puedo decir aquí nací … como nacimos y nacieron estas horas… y aquí mismo escribí, de puño y letra, tremendo pie verboso para estos imaginomios, como insomnios que habrían podido ser anagramas, deuteronomios, ¡demonios!

¡Por la pura gana de escribir y recordar o recordar escribiendo o recordar que escribimos y que escribimos recordando que escribimos!

Imaginomios (hay quien siempre se atreve):


Dios dijo: “Hágase la distancia” y pintó una raya.
Los hombres dijeron: “destrúyase la distancia” y pintaron otra para crucificar sobre las dos a Jesucristo.
Jesucristo resucitó:
¡Vivan las rayas!
Entonces la vida se volvió ladrido y cacareo,
Hombres pulpo, pelota y payaso.
Pero sobre todo risa,
una risa grande, llena de dientes;
una sola alegría subiéndose la falda para enseñarte los calzones.
¡Mi frontera es esa!

Rubén Rivera

Frontera falo.
Robo de identidad.
Olor atávico.
Nacionalismo errado.
Tantas lágrimas…
Empieza el martirio.
Ramillete de espinas.
América violada.

Silvia Brandon Pérez

(epicondena trasnochada de luego de la llegada final de los del camión, a puro grito y mandándose a la verga, ya entrados en alturas) Flora Calderón no cumplió su promesa de donar un anagrama, poema o lo que fuera, para el grafitti de una barda de lámina de acero reciclado o de fronteras como espejo, en proyección futura. Nos la debe para CulturaDoor, ahora en exclusiva.

Cuando amanezca, si amanece, todos irán a Guaymas. Yo vuelo pa´ Tijuana y a casa, vía Otay de lámina o minute…

Así que esta crónica, literalmente, se queda sin final...

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