¿Reconoces esta torre? Tal vez no la identifiques a primera vista. Se trata del palomar en donde se refugió Tita, la protagonista de Como agua para chocolate, el día en que descubrió que su sobrinito había muerto. Está situado en el antiguo ejido de San Isidro, Coahuila. (Fotografía de María Dolores Bolívar)

Monday, June 27, 2005

De político a mesías

por María Dolores Bolívar


El presidencialismo mesiánico ya renace en México. Será en julio cuando el fervor entre en su punto máximo. Y todavía no sabemos, bien a bien, si esto es acto político o aparición.

Lopezobrador, lopezobradorismo, lopezobradoristas. Acabamos de dar en México con un mesías nuevecito, recién salido del paquete.

“Si me sacas de pobre, niñopita, voto por ti.” Ya se aprestan las mañanitas y las cuelgas, por una concesión de taxi o una plaza permanente en gobierno. “Mis vítores y cantos si se me hace una chamba de jefe para arriba.”

Y el mesías, asume con buen juicio la regla de no compararse con el anterior, ni de creerse más chiquito que el próximo o los que vendrán. El mesías goza de su breve reinado entre la feligresía, llamado a sanar, salvar, dar – ¡qué digo!- a convertir piedras en panes y jarras vacías en abundante fuente de vino.

Hace seis años ese altar lo ocupaba Vicente Fox, Chente. Un poco más atrás fue Marcos. Esto del niño salvador no es metáfora ni caso aislado, es práctica de vida, acto de fe. Al niño en turno lo tomamos desnudo, como del nacimiento; lo vestimos y acicalamos para ir con él de casa en casa, prodigándole mimos y cuidados. Si nos resulta renegado, lagartón, ingrato, le perdonamos todo y alardeamos sus buenas intenciones cual si fuese hijo de sangre.

¡Sosiégate, aguafiestas!

Debo ser de la pasta de mexicanos que no se entusiasman con nada, la ventisca soplando en días de sol su nubecilla temporalera. Pero no piensen que voy a repasar historia, apenas acudir a la última intentona de vestir mesías presidenciable para luego depositar en tan suprema alteza nuestras golpeadas esperanzas.

No hay que ir hasta Morelos, al cura, a Madero… al tata Lázaro … si Fox iba a salvar a las madres solteras de la ignominia del abandono. Fox juró erradicar violencia, pobreza, hambre, desigualdad. ¿Chiapas? “¡Denme quince minutos! ¿La ciudad de México? El puro mundo –seguro y feliz- diligente y prendido de la chispa –de- la- vida.

Tan sólo en ese microcosmos del campo mexicano que es Zacatecas, en donde la muerte del ejido antecedió -vaya infortunio- el feliz alumbramiento de la democracia foxiana, la gente se volcó en pro del guanajuatense. La simpatía que despertaba no tenía lógica, la llamaron “voto útil”. De todas partes, corrientes y partidos llegaron cartas, comunicados. Fox, el mesías en turno, viajaba en andas, para banquete de los corresponsales extranjeros, alabado a voz en cuello por muchedumbres de toda la república mexicana.

Balance en rojo

Hoy más que nunca, seis años después, los hombres del campo se van, cierran sus casas, postergan sus afectos, sus sueños… salen en vans, en autobuses de línea, en coches y camiones de redilas… los dejan en la frontera, donde inicia la trama del presente. Fracasaron los microcréditos, la changarrización, los programas de madres y niños de la calle. El éxodo es apabullante, sombrío, conmovedor, indignante. De cada municipio parten, con distintos rumbos, cierran escuelas, dispensarios, centros comunitarios.

¿Sorprende? ¡No! Durante años toqué puertas, de casa en casa, por todo Zacatecas. Con gran frecuencia encontré mesas vacías, salas abandonadas, familias incompletas… Mis vecinas de enfrente eran dos viejecitas cuyo negocio de abarrotes simbolizaba su último contacto con la tierra. El resto de su día transcurría entre la sala o la recámara de casa y Chicago; entre los meses de feria y Los Ángeles. “Mi padre, mi hermano, mi cuñado, mi sobrino…” enlistaban con facilidad a sus ausentes aquellas diligentes ochentonas mientras sumaban sobre un añejo apunte el precio al alza de la sopa, el jabón, los refrescos, los tarros de salsa o mayonesa.

Un puente imaginario que se extendía hasta Utah sacudía cada agosto la realidad del sastre que tristeaba el resto del año en su local de la plazuela del Vivac. El sastre de mi cuadra se sostenía vendiendo mochilas, pasadores, medias, cosméticos que sus parientes le envían de acá, desde que el negocio se puso flojo. Se le fueron los seis hijos, las nueras, los nietos, las nietas, uno por uno, cada cuál con su derrotero y su esperanza.

¿En dónde se nos quedó el futuro, si tantos se han ido?

Muchos de Lampotal, de Veta Grande, de San José de la Era, están en Estados Unidos. Se van para sobrevivir. Cuando empiezan a enviar remesas a sus familiares el gusanito de salir se va esparciendo entre los que se quedan. Si hasta parece que acabarán por irse todos.

Por eso ahora, entre los de acá, el tema también es Andrés Manuel López Obrador, el Peje. Sobre todo desde que lo entrevistó Jorge Ramos. “Pasó después de La Madrastra”, presumió Reme, su hijo se lo grabó en DSL. Ahora Reme ya pide que llegue López Obrador y testimonios de su milagrería circulan por Vista, Fallbrook, Rialto, Murrieta. Este mesías con rostro de pez y cola de lagarto le puso una pensión a la abuela del Cuco; le arregló su asuntito a la tía de Francisco, le dio trabajo al suegro de Adelina.

Una maestra de literatura me lanzó tremenda retahíla porque no muero por López Obrador. Una vieja compañera de la escuela me increpó con furia luego de que puse en duda los poderes de AMLO. El embrujo es genérico, generoso, generador.... Muchas capitalinas ya ven en AMLO al santito que las sacará de la inercia, el desempleo, las deudas, la soltería, el abandono. AMLO para el mal de ojo; AMLO para el empacho; AMLO en lavanda para atraer galán; AMLO de cabeza para que el casero no les suba la renta.

Y el soltero AMLO embarnece en su nueva realidad de ídolo, de líder excelso. Ya sueña que es Madero aunque sin lema, Flores Magón, sin causa, Cuauhtémoc, sin herencia ni karma. Se jura reencarnado del juarismo y del antiimperialismo de tiempos de Maximiliano. Pero, sobre todo, bautiza, confirma, casa, descasa, toca y sana a quien acude a sus públicas sesiones milagreras.

Pa' luego, para las vacas flacas de nuestras fantasías, dejamos el análisis, la crítica, el desencanto. Por hoy, nos aferramos al plano de los aparecidos, la Nirvana de los llamados a dividir el territorio en dos, como quien divide las aguas de nuestro campo muerto. Ave María San AMLO, señor de Macuspana, niñopita milagrero de la Chontalpa, Amorcito corazón, corazón, corazón de la mismísima patria mexicana reencarnada en una damisela querendona y cantarina que habrá de llevarte en andas, hasta la presidencia mesiánica de la patria mexicana.

Como en las mejores películas de Pedro Infante, porque lo demás son puras telenovelas…

Saturday, June 18, 2005

Imaginomios

por María Dolores Bolívar


Para desamodorrar audiencias, romper con la linealidad e incitar al proceso creativo



Es urgente destruir ciertas palabras
Odio, soledad y crueldad.
Algunos lamentos.
Muchas espadas

Eugenio de Andrade



Definición: Imaginomios es imagen-testimonio. Siempre se vale contar a tu manera, porque eso es contar. Los relatores nos heredaron poder y don. Gabriel García Márquez lo coligió al cabo de varias novelas y apuntes para una autobiografía. La vida no es como la vivimos sino como elegimos contarla. Las páginas no se emborronan nomás para decir sino para aprender a ver, en sintonía con el que ve, con el que vive y vibra lo que ve y luego hasta se atreve a compartirlo.



Vayamos al contar

Hermosillo tiene algo más que todas las ciudades del planeta. Ya dije que otros inventaron ciudades ficticias, como Macondo, porque jamás anduvieron la Rosales de acá, a pleno sol de junio. Y no me digan que no fue aquí que se inventó lo de irse por la sombra, hacer sombra, a la sombra…

En Hermosillo me siento en casa. Nada tendría de extraño, es mi casa. Pero se sienten en casa, igual, los visitantes, como si el círculo se ensanchara al recibirlos, a manera de abrazo.

Yo, por lo pronto, me regodeo en este calor de hogar; bajo este sol recalcitrante que calienta sin quemar (eso se lo robé a Alonso Vidal, o tal vez fue a Ismael Mercado, que no varía, ni un ápice, su capacidad de solemnear, lento y tendido, sobre el espacio que lo escucha sin parpadear).

Pero tomemos a este toro por el principio

Salgo del limbo del viaje entre aeropuertos –de Tijuana a Hermosillo- sin escala ni contratiempo- para encontrarme a Sylvia, como si fuese ayer que dejamos de vernos en persona… porque Sylvia Aguilar Séleny es caso aparte en esta especie humana que se comunica lo mismo vía Internet que al aire, en vivo, en persona, en el marasmo de las instituciones. Ella nos cuenta que Piporro es Dios, pero ay… interconstancias de esa Sylvia remix que es puro diosa vengadora y sublime. Si no pasó de diez minutos pa´ que trajera a mi apretada agenda a todas las amigas, a todas, absolutamente a todas. Gaby González, Maria Antonieta Mendívil, Rita Plancarte y, la Dolores (que ni falta hace mentarla del Río), mi tocaya estelar, de quien empiezo ya a contar los éxitos, proemiando que es ella la Dolores mientras yo soy una de entre el resto de por lo menos diez millones de tocayas… Ésela la Sylvia… a cualquiera del éxodo va y lo rescata con una sola de sus dos manos.

A punto de ingresar en el círculo estrujador del terruño, descubro que acabo de viajar por los aires desérticos de mi presente, sin enterarme, junto a la Flora Calderón y el Pancho Morales –crema de doble nata-. ¡Qué tiempos estos del olvido instantáneo! O habrán sido los años y las canas… el sombrero, las pulseras que Flora se quitó en su nuevo yo… Pancho que ya no es el galanazo que era, aunque nos lance esos mismos fulminazos (juro que existe la palabra) que ahora le regala al mar de Rosarito, o a la única anglo-hablante comedora implacable de chipotles, de a cucharada, con el registro insólito de sus dos claves… y el sombrero que es.

En todo caso, el epicentro de Hermosillo acaba de ponernos a Ensenada, Tijuana, Rosarito y hasta la mera punta de Tecate… en frente…con otras muchas canas más y la añoranza de algún tequila reposado, candente, para encontrarnos… va de nuez, en mi ciudad de cruz de neón, aunque los años y los tragos se conviertan en coche calabaza y el reposado en ese bacanora de fuego que me eché, como si nada, poco antes de acabar en la silla de Flora y con Rafa Saavedra en las piernas ¡vaya chahuistle!

Sólo al Savín –suerte de Midas solitario que toca trozos de oro y los convierte en palabras- pudo ocurrírsele guardar la fe de que vendría, en viaje casi cósmico, interrumpido por un largo paréntesis en Zacatecas… Dije El Savín o dije Jeff Durango o Raúl Acevedo. No son tres, son uno, único, también en su tipo y oficio prestidigitador de encuentros.

Y algo pasó, pues esa fe constante dio para más. David Muñoz y yo y Manuel, que no se sale de orbis, ahora metido hasta la cabeza en el oasis poético. Más los de lejos y de cerca, de por allá y de por acá –faltó Saúl Cuevas- atiborrando las tarifas económicas de Aero California y cuanto vuelo, digo, porque llegamos de por todos lados, literalmente, desde Fadanelli land y un séquito traído de la capital, hasta la mera Moravia, Sri Lanka y creo que Sarajevo, de pasada.

Y sonorenses, afables, cariñosos, expresivos y tiernos convocaron –invocaron- a escritores, periodistas, aficionados, hacedores de canto, bailarines, troveros, compas de magia, antropólogos, gigantes, trompetistas, el de las congas y las sopranos, en opereta poética, con sus respectivas parejas de voz, de cante hondo, a la de acá.

¡Caray! Esta Sonora suena a sonora realidad, la suficiente para cargarse de energía y seguirle, por allá, en el exilio que duele menos cuando se sabe que hay un punto tan digno de llamarse casa.

Y vayamos a más hechos

Horas de junio, que comenzó a manera de patín soñador, de vamos a brindar por la poesía. Se defiende, gracias a la persistencia de Daniel, de Ismael, de quienes nos visitan desde el cosmos, Villa, Volker, Abigael… tan sólo porque la poesía no se puede dejar avasallar por nada… ni siquiera por el trajín que a diario nos impide dedicarnos a lo que más nos gusta… que no siempre se puede.

Horas de junio ya lleva trayecto, historia, peso, resonancia…


Eso sí, el premio mayor, la mención principal, la llevan los asiduos a ser, en comparsita, sin que nada ni nadie nos lo impida. Alejandro Aguilar Zéleny, Paco Luna –que no es ni lunático ni de la luna, aunque se esfuerce y se enfurezca ahora con el bastón de mando, arremetiendo a voluntad- Paco de siempre y de otras vidas, cuyo encuentro fortuito en ésta, tuvo que ser en El Seven, en el 87, la primera vez que vine al Kino, yo de visita, y todos discutiendo la transculturación y las fobias teoricopráxidas (cualquier palabra inventada cabe en esa boca legendariamente teórica) de la insólita Paca Perús y su exmarido desalmado.

Con Paco –ya entrados en el tiempo y sin la Paca- persiste la infinita sensación de haber estado siempre, tal vez porque estudió en la misma calle donde yo, años antes, nací, para aprender a ver, a oler, a transgredir.

Ya me olvidé la de coloquios y encuentros que siguieron, entre Tempe y Hermosillo, de Ensenada a Hermosillo, con el Kino a manera de testigo de honor –aunque le hayamos chaqueteado con el Gándara y el hotel cinco estrellas de malpaso –porque de que se dan…- ese de junto al Centro de Artes, que ay señor… ya me olvidé, decía… de cuantos van, para apuntarlos todititos en un compendio de encuentros divertidos, sentidos, querendones. ¡Si hasta hubo un año de suspiros por Seymour Menton con todo y la antología del cuento mexicano! Y los de Juárez y las de El Colegio y un montón de recuerdos y de nombres que luego ya no son recuerdo de tan viejos.

Y claro, hay que pensar que vendrán otras diez tandas de horas, para cerrar el círculo cabalístico con la nada cabal certeza de que así nos seguiremos a otras vidas y a otros cosmos, con la fiesta y las letras y las apariciones y los trajines de organizar encuentros y coloquios, tan solo por el gusto.

Imaginomios, manicomios, binomios, trinomios, testimonios, plurinomios… estas memorias deshilvanadas y celosas, quieren rendir homenaje al momento -desde el primero- a lo vivido en pasión por las letras y el gusto de escribirlas y retorcerlas y verlas en impreso, aunque nos cueste sangre… y que Murrieta (Manuel eres y Manuel por nombre llevarás) siga patrocinando en línea y en papel nuestros desmanes, los de él incluidos, y alguno que otro descolón –que colados los hay y sobre todo olvidadizos-, que siga el chorro de desmanes imaginativos, creativos, transgresores, de dentro y de afuera del círculo.

¿Qué nos llevamos en el morralillo, esta vez…? ¡Abreviemos!

Nuevos amigos y paisanos (que los paisanos siempre ocupan un sitio más altito en el corazón). Viejos amigos y viejos paisanos –que a muchos ya los mencioné y demás-. Así quedan los nuevos para el broche de oro que ya reclama su lugar en este espacio –y sin ofender a los que se me escapen… Rafa Saavedra, el primerito –sí, sí, aquel chahuistle de las piernas justo en la silla de Flora- y Omar Pimienta –segundito but not least- (con quienes también compartí avión sin conocerlos pero que nos hicieron el desaire a varios, cuando se fueron a beber y a dormir por ahí de las doce del viernes), José Luis Martínez (a quien le debo la recuperación feliz de mis lentes perdidos y de una que otra memoria de Perú y de la mesa, su mesa, que queda por contar en una entrega aparte)…

Rubén Rivera -nunca falta un paceño- que fabricó el poema que pedí, rebasando, con mucho, las virtudes del anagrama y que se trajo en la sonrisa todo La Paz junto con algunas memorias colectivas de las lunáticas de por allá.

Silvia Brandon, la bailadora de jarabe tapatío cubano a ritmo de mambo… cuya amistad me fue entregada antes de La Rosales donde buscamos juntas La Abuelita, para desayunar.

Daniel Camacho, que me llevó de la mano de la prensa que añoro conocer mejor y a la que busco siempre para compartir mi voz, entre los míos. A punto de fumarme mi antepenúltimo cigarro.

Y para otras entregas que vendrán se me queda la taquiza con Manuel y David –de a tres de asada por cabeza, ¿o fueron cuatro?- repasando amores y odios, confiancillas, pasiones y recuerdos de la vida de Tempe, desde el hoy, por encima, por abajo o por cualquiera de los cuatro lados pero fuera de los círculos del poder.

Y se queda la comida en casa de Graciela y Graciela y Julieta y el compa de Coahuila –con quienes compartí el taxi después del bacanora y antes de que acabara de salir el méndigo camión- y el Santo, que libra el estelar –aunque de enmascarado anónimo- en la posteridad de mis imaginomios de después.

Hay que dejar pa’ luego los detalles sabrosos, como el abucheo al chilango, Carlos Impopular Martínez Rentería, cuyo nombre aparecerá, lo juro, al pie de su fotografía ¡conmigo! –mi regalo para la posteridad-. El peinado especial, estilo punk que fue tema nocturno; la mención a la doña presidenta del club de fans de la revista Regeneración, en San Luis Río Colorado –perdón hasta San Luis Río Colorado- cuyo nombre pasa al registro, ya de por vida, como Librada Caballero, alias Fidelia, Fidelísima (¡ay de Martínez Rentaría si alguna vez llega a llamarme Angustias…! Que saque el acordeón y no ponga los tragos de pretexto).

Y para luego dejo el estelar de Paco, Luna otra vez, blandiendo su bastón contra quien fuera… y antes de abandonar el escenario con dos sabios y renombrados autores pendientes aguardando turno que, neta, no escuché.

Esperemos que lo que se genere y regenere sean estos encuentros –que previos los habrá vía el papel y las pantallas luminosas- Por ahora les digo hasta Las Undécimas Horas de Junio en las que, porfas, el homenaje sea especial, multiplicado, para todos los que han hecho de Hermosillo, imán de junio.

Horas de junio como las horas que se cuentan de a dos o de a diez. Horas de junio para que todos sepan que fue aquí que se idearon, sonoras, señoras horas, horas de todos los de casa, porque sin ellos no habría nada más que un desbalague poético sin su epicentro cálido, caluroso…

Y como por tema y cantaleta diaria yo cargo a la frontera, de mi lado residencial… aquí declaro el límite de todo lo soñado y esperado. Que solo aquí, en Hermosillo, puedo decir aquí nací … como nacimos y nacieron estas horas… y aquí mismo escribí, de puño y letra, tremendo pie verboso para estos imaginomios, como insomnios que habrían podido ser anagramas, deuteronomios, ¡demonios!

¡Por la pura gana de escribir y recordar o recordar escribiendo o recordar que escribimos y que escribimos recordando que escribimos!

Imaginomios (hay quien siempre se atreve):


Dios dijo: “Hágase la distancia” y pintó una raya.
Los hombres dijeron: “destrúyase la distancia” y pintaron otra para crucificar sobre las dos a Jesucristo.
Jesucristo resucitó:
¡Vivan las rayas!
Entonces la vida se volvió ladrido y cacareo,
Hombres pulpo, pelota y payaso.
Pero sobre todo risa,
una risa grande, llena de dientes;
una sola alegría subiéndose la falda para enseñarte los calzones.
¡Mi frontera es esa!

Rubén Rivera

Frontera falo.
Robo de identidad.
Olor atávico.
Nacionalismo errado.
Tantas lágrimas…
Empieza el martirio.
Ramillete de espinas.
América violada.

Silvia Brandon Pérez

(epicondena trasnochada de luego de la llegada final de los del camión, a puro grito y mandándose a la verga, ya entrados en alturas) Flora Calderón no cumplió su promesa de donar un anagrama, poema o lo que fuera, para el grafitti de una barda de lámina de acero reciclado o de fronteras como espejo, en proyección futura. Nos la debe para CulturaDoor, ahora en exclusiva.

Cuando amanezca, si amanece, todos irán a Guaymas. Yo vuelo pa´ Tijuana y a casa, vía Otay de lámina o minute…

Así que esta crónica, literalmente, se queda sin final...

Wednesday, June 15, 2005

Color Coded. La lacra del racismo ancestral

por María Dolores Bolívar


En inglés se dice que tiene el pie en la boca quien profiere imprudencias y Vicente Fox lleva en la suya la bota vaquera número quince que calza con denodado desparpajo. Pero enfoquémonos en el tema del racismo expresado en aquella frase desafortunada de que ni a los negros les gusta el trabajo que hacen los mexicanos en EEUU. Asevera Fox que fue malinterpretado y se niega a asumir culpas. Su discurso boquiflojo e antidiplomático no le hace olas en la conciencia.

No cabe, pues, imaginar que colija, el señor presidente, que no sólo injuria a ciudadanos de otro país, con las que juzga benignas ligerezas. Cancela este hombrón que se auto promovió de gerente a presidente toda posibilidad de diálogo entre los mexicanos también tocados por su racismo y clasismo expresos.

En México, códigos de color rigen en todo momento. Inútil asumir que la constitución dicte igualdad. Contra la jurisprudencia moderna, las prácticas añejas, enraizadas en una conciencia de clase y “color”.

Unos coludos y otros rabones

Un prietito en el arroz se evoca cuando se quiere hacer notar un error o un contratiempo a superar. Denigrar, se infama a quien se considera por debajo de los niveles aceptados. Pero el color racial no se limita al negro; los grupos étnicos que sobreviven al genocidio de la conquista son vistos con desdén. Raza piel roja, se apunta en jerga común a danés o apaches. Amarillos o chales, se codifica a los asiáticos.

Benito Juárez nació zapoteca y propugnó, vía el liberalismo, la creación de un régimen igualitario e incluyente. Pero después de él no ha habido otro presidente indígena. Los blancos se encargan de impedirlo. Cuando Zapata tomó las armas al grito de -tierra y libertad- signó su condena a muerte.

En México los políticos pactan, desde el poder. Cuando les da por volver difusa la línea entre la clase dominante y lo que ésta considera el peladaje, se van o mueren.

Los funestos e indiscretos encantos de la burguesía mexicana

Indio pata rajada, pareces indio, te salió el indio, indio ladino, figuran entre la plétora de insultos raciales que profiere, de la mañana a la noche, el mexicano “de clase” o “casta”. El habla verifica y mimetiza las prácticas separatistas más cotidianas.

En colegios y universidades privadas uno se juraría en país europeo. Ahí, el blancor acusa la subrepticia selección que filtra a los morenos salvo por la cuota de becas que impone la secretaría de educación a esas instituciones exclusivas. ¿Y por qué la cuota? No es conciencia o amor a la raza. Los colegios de paga, más costosos que Harvard, Yale o Princeton, operan por fuera de la constitución que impuso educación laica, obligatoria y gratuita para todos los mexicanos.

En su mayoría pertenecientes a órdenes o grupos religiosos, los planteles privados tienen por meta separar a elite y peladaje, manteniendo los privilegios de clase a flote. Su estrategia mercadotécnica es clara; se llaman Godwin, Oxford, Everest, Lancaster, Greengates, Greenhills, etceterilla.

Una mexicana que fruta vendía

En el imaginario infantil se fosiliza la plaga del racismo. El famoso juego de la lotería simboliza nuestros estereotipos. Junto a dama y catrín, de tez blanca, negrito y apache. La corrección política –political correctness- jamás ha tocado los medios educativos o culturales mexicanos. Los infamados no son únicamente afro americanos o indígenas. El discurso arremete contra mujeres, niños, judíos, árabes, gallegos, polacos, gitanos u oficiantes de labores del campo y el mercado.

Una mirada al catálogo de expresiones permitidas basta para ponerle al más templado –de afuera, claro- los pelos de punta. A las mujeres se las moteja viejas, gordas, rucas, fodongas, marimachas, marisabidillas. A los judíos, arbanos o judas. A los árabes, turcos (ofendiendo, en la burda confusión, a unos y a otros). Insultos comunes contra las señoritas de clase son tortillera, chimolera, placera, barrendera, piruja. La colección incluye coloquialismos varios: pastusa, palurda, patuda, cholita, chona. Cualquier condición es objeto de mofa, pie grande o descalzo, apariencia o aliño.

Los mexicanos evaden el contacto con el mundo infamado; sus construcciones inician con la barda. Los indígenas, por lo general, habitan en ciudades anexas o pueblos marginados.

Muchísimos migrantes van del campo a la ciudad, donde se emplean “de planta” en las casas de los ricos. Cuartos de servicio o cuartos de criados se llama con desdén a la zona de la casa destinada a los trabajadores domésticos. Comen aparte, se bañan aparte, viven en condiciones inferiores. A menudo sus cuartos maltrechos son de azotea o traspatio o se les improvisa en sótanos, húmedos, fríos, inhóspitos, desoladores.

Tales contrastes son experiencia educativa para los hijos de los dueños de casa. En ellos el afán clasista echa raíz profunda. ¡Se sienten y se saben superiores!

Blancos los maniquíes, blancos los actores, blancas las reinas de belleza, blancos los ejecutivos, blancos los políticos, ninguno que no lo sea puede aspirar al sitio privilegiado de los de tez clara.

Juntos pero no revueltos

El apartheid físico y psicológico, tan indignante, da cuenta de una parte del éxodo a Estados Unidos. El sórdido contexto que expulsa a varios los lleva a percibir el racismo de acá más sutil y llevadero, algunos caen en la aberración de considerarlo “civilizado”.
Español peninsular –se elevaba a mayor rango al europeo- para así aspirar a cualquier cargo o dignidad imperial mediante previa prueba de limpieza de sangre. En España se repudiaba así, al judío converso – llamándolo marrano- al hereje, al moro, al gitano.
A las relaciones sexuales interétnicas se las tachó de cosa del demonio. Las castas apuntaban a los orígenes culposos del mestizaje. Todo en el imperio dependía de sangre y raza. Se categorizó y estratificó a mulatos, zambos, cuarterones, chinos, castizos, coyotes, saltapatrás.


Güerita oxigenada de mis pasiones

La obsesión del color continúa verificándose en cada nacimiento. Los familiares del nuevo crío inquieren si es blanquito, desde su nacimiento. Cuando las madres tienen hijas rubias, las promueven como tal. “Es güerita”, se distingue a manera de sinónimo de bonita, a la que no es morena.
La industria de la manzanilla, del tinte y de los blanqueadores químicos produce fortunas. Las pocas actrices mestizas que hay adoptan look de blancas para triunfar. Así Paulina Rubio, Thalía y Camila Sodi, Yuri. El teñidismo sobrepasa las fronteras del continente. El ser güera de a mentis toca a Shakira, a Jennifer López y hasta a la transgresora Jenny Rivera.
Entre los mexicanos se establece “clase” aludiendo a la ascendencia francesa o alemana; viajando a Europa; renegando de cualquier nexo posible con el mundo multirracial.
No hay mexicano que no se ofenda cuando le llamas racista, no obstante le hagas ver la realidad y tradición aquí descritas. Fox no puede ver, literalmente, por qué le exigen disculpa Jesse Jackson o Al Sharpton. Muchos habrá que al cabo de esta línea renieguen de mí, me tilden de malinchista, traidora, méndiga. Y el statu quo seguirá intocado aunque algunos se nos suba el color, de rabia o de vergüenza.

Wednesday, June 08, 2005

Muertas, maquilando progreso

por María Dolores Bolívar



Este es apenas un retazo de realidad. Algunos nombres y poblados están cambiados porque lo mismo da, aunque existan en esta y otras geografías vetagrandes, norias, el triunfo, la realidad. 

Aquí y allá, mercedes, amparo, remedios, encarnación, angustias, dolores y a veces también Flor o Sol que hasta dan ganas de ponerles mayúscula.


¡Tus días están contados!
Narra la historia, deformada siempre por su relator/historiador, que Ana Bolena fue reina mil días. Sin trono ni cabeza, se malpasa en la eternidad atrapada en el nodo de mujer controversial y transgresora… De reina, aterrizó a su muerte en un sarcófago del tamaño de una caja de zapatos.

Antes que Ana de Inglaterra, o madre de Isabel I -reina ella 45 años- se la recuerda por Ana de los mil días, que eso duró su fantasía de esposa de rey. El mismo hombre, que provocara un cisma religioso para legitimar su sitio, la destronó “oficialmente” por celos. En su legajo obraron cuatro amantes, incluido su hermano. Enrique, nos propinó ese mito de las siete esposas, cual ciclo de agravios y repudios. Desde entonces, hombre que no cambia a su mujer por otra, igualitito que en La parábola del trueque de Juan José Arreola, es un pobre diablo.

Pero algo más nos propinó rey de siete esposas, vía su ruptura con las genealogías de otra infortunada, doña Catalina, el fundamentalismo del libre comercio –bautizado manufacturing- con su noria de muertas por anonimato letal entre las que nos contamos, a un lado y otro de la frontera; a un lado y otro de la muerte, todas.

La industria maquiladora se convirtió en sueño anhelado de progreso. (¡Ay mi buen Henry!) Manufacturing -manos laboriosas-.

La maquila vacía al quehacer de su aspecto creativo. Las maquiladoras cosen, remachan, ensamblan, unen, pegan, cortan, acaban, pulen, lijan. Su modelo para México da empleo a las mujeres -sin hombres, padres, esposos, hijos, hermanos-, que partieron a Estados Unidos.

La mayor concentración de personas se da en el autobús
Las maquiladoras, con su promesa de bonanza y autonomía, recorren su radio de acción un poco más y más lejos en la geografía. Las mujeres maquilan pantuflas, ropa interior, partes de lavadora, fibra, electrodomésticos, comida, maquinaria pesada, autos, muebles, equipo electrónico, cuero, textiles. La parte del león la llevan los textiles. La ropa se produce en México a casi el cien por ciento y luego, al norte de la frontera, se pega la etiqueta. De sol a sol, mientras el campo muere, florece el libre negocio de la maquila con sus ejércitos a sueldo bajo de manos esclavas.

Conocí un poblado donde los únicos hombres a la vista eran el cura y el presidente municipal. El comisario ejidal se fue a Estados Unidos. Se habían ido también los ganaderos –se acabó la leche-, los comerciantes, los empleados federales –de correos, del tren, de los telégrafos-. Se fueron los maestros. La economía de la maquila golpea al trabajador por partida doble. Abarata el trabajo de los migrantes, en Estados Unidos, impidiéndoles volver, y fija los salarios bajos, bajísimos, en México.

En Villanueva el sueño de la maquila llegó con la promesa de un centro comercial y un estacionamiento. Estos dos fracasaron, por falta de clientela, la maquiladora sigue en pie.

La de Genaro Codina, se instaló a las prisas en el auditorio municipal, mediante un crédito emergente. Cuándo ésta fracasó, las de Genaro –así se las refiere, en jerga local - se fueron pa’ Cuauhtémoc, donde otra empresa hizo su agosto con ellas.

Y Genaro, un poblado de 8260 habitantes, dispersos en 65 comunidades de 811.1 kilómetros cuadrados, ve partir de mañana a sus trabajadoras. Las carreteras las ven pasar, al amanecer y al caer la tarde. Ninguna comunidad de Genaro sobrepasa las 120 personas. En el trayecto en autobús, se cuentan unas a otras. El temor latente es que algunas dejen de volver. Se van y no regresan –emigran o las asaltan o violan en los caminos desolados-. Un enigmático sentido de la honra impide su regreso.

En el municipio de Villa González Ortega el progreso se canceló el día en que se supo que sin agua no habría maquila. Las maquiladoras quieren ser prósperas y por eso son móviles, aparecen de día y desaparecen de noche. Así le ganó Aguascalientes, un estado de 5471 kilómetros y millón de habitantes, a Zacatecas, de más de 73 mil con su millón dos cientos, el lugar de los desarrollados. Los contrastes poblacionales sacuden, 182 a 13 por kilómetro cuadrado. Hay zonas, en Zacatecas, donde la mayor concentración de personas ocurre en los autobuses. La gente se sube al autobús y charla. Los choferes reparten a las personas, solícitos, en cada ranchería. Los saludan o despiden por su nombre. Cuando alguien de fuera aborda, todos lo identifican. De Fresnillo a Jerez me contaron que era la primera fuereña en meses. Antes anduvo un tal Luis por la zona. No dilató tres meses en acabársele el negocio de colchones.

Nadie sabe para quien maquila
La maquila es industria de mujeres, aunque se empleen algunos hombres. Trabajan para jefe extranjero, que viene de vez en cuando. Apenas si se rumora lo que hacen, literalmente, no se sabe para quien, para quienes se trabaja. En Las mercedes, me dijeron que se fabrica la ropa de una tienda de marca muy sonada. La tal firma, que condona las prácticas separatistas de California, está instalada en ese y otros puntos remotos de la florida sierra madre. Por fuera se cultiva algodón, se hace telar, se arma pedazos… Un poblado cose mangas, otro pone botones. Por el rumbo de Vetagrande se rellenan pantuflas.

La estocada la entierra la elite corrupta que nos saqueó el progreso. Martita resuelve sus problemas de moda y apariencia en Estados Unidos o en Europa, a valor agregado de primer mundo. Lo que se merma a manos y municipios de México, ella lo pone con nuestros impuestos sobre el producto acabado con etiqueta Hermès, Chanel, Prada, Versace, llevado para Martha, desde las maquiladoras serranas o semi-desérticas, pasando por New York, Paris, Miami, hasta las butiques de Polanco.

“Me lo traje del otro lado” juran las señoritas rubias de la ciudad de México que compran en Rodeo o Rancho Fairbanks”. Minimizan su roce de producción nacional dándoselas de socialité internacional. “Me fui de compras”, fanfarronean los políticos de pueblo, de gran urbe, los nuevos, los de siempre. Todos, parejos, pasan de largo esta realidad de manos laboriosas al uso.

Las Marthas zamoranas compran en Gap, Banana Republic, Anne Taylor, Talbot. “Fuchi a las sandalias de León…” Ellas calzan Nine West, Bandolino, Guess, ensamblados en México a encargo de franquicia. A las de la maquila ni se les nota ni se les da las gracias; es invisible su trabajo, como invisibles son sus vidas de expósitas -de padre ausente y madre maquiladora-.

Los grandes diseñadores cobran y las mujeres mexicanas maquilan. Los altocostureros –haut couturier- son famosos y las mujeres mexicanas maquilan. Maquilan y maquilan, hasta su muerte. Que sólo la muerte las separa de la máquina a la que viven aferradas sueldo fijo y mínimo, muertas vivas, invisibles, resueltas en su muerte invisible desde que las abandonó el marido, el padre, el hermano, el novio, el hijo.

Casos resueltos
Tiene razón Vicente. Nuestros casos y vida de muertas están resueltos. Somos las de la noria infinita trazada a cartas vistas. Resuelto el abuso porque la ley ni siquiera lo contempla, o lo contempla a pena leve, que es peor que el mismo abuso. Resuelta la violencia doméstica. Resuelto el éxodo, el campo muerto y muertas nosotras de tanto estar resueltas a morir de miedo, de asalto, de secuestro, de bala perdida, de violación con estrangulamiento. Resueltas las vidas de maquiladoras, sin apellido, ni nombre, ni marca, ni antigüedad. Señorita expósita cose pantuflas para no sé que fábrica. Por la tarde acabala la renta vendiendo en el multinivel -primo hermanito de maquila, empresario también, y de altos vuelos- para quien vende lo mismo que maquila, otra vez, sin sospechar, ni para quién trabaja… les vende a sus hermanas, vecinas, primas, amigas, comadres, tías, clientas de La Noria, La Blanca, El Aguadal, El Potrero de Abajo… sus compañeras de maquila.


Primer colofón
Para Jorge Ibarguengoitia, maestro del humor, la frontera entre realidad y ficción no existía. Murió convencido de que la mejor novela, el libreto más original, la más espléndida pieza dramática se hacían a diario por personajes vivos, comunes y corrientes -nuestros vecinos, nuestros colegas, nosotros mismos, de protagonistas o extras, de maestros del espectáculo real o el real espectáculo-.

Se adelantó este genio a la industria global que hoy nos pone en pantalla. Sin ganancia de por medio, hace ya tiempo nos invitó a mirarnos.

Segundo colofón
¡Adivinaste! Este texto debió titularse Las muertas, a secas, como aquella novela excepcional, que recogió el caso de las poquianchis, tres hermanas cuya red de prostitución, tan eficiente, logró su ocultamiento, casi total. Las jóvenes que ellas explotaban desaparecían, como tragadas por una dimensión desconocida. Sus cadáveres, se esfumaban también. Por años consiguieron burlar a la justicia, a la prensa, al recuerdo. El caso estremeció, en 1964, sobre todo, a quienes lo tuvieron cerca, sin mirar. A quienes se manejaron a su alrededor, avasallados por su contundencia, como si no pasara nada.

Tercer colofón
Así transcurre el tiempo, en mesa larga. Amparito, mi anfitriona cuando me da por visitar la ciudad de México, donde crecí, colocó al Santo Niño de Atocha en su cabecera, donde hace años mandó el que fuera señor de carne y hueso de su casa. Y Santo Niño, lirondo, preside sus comidas, se come el mejor trozo de pan, se apoltrona de rey de fe entre las solitarias mujeres que pueblan cada casa. Manos sin alma como ánimas en pena, cuerpos sin nombre…muertas, maquilando ilusiones, maquilando progreso.